Sutra del Reencuentro entre el Padre y el Hijo

by Thich Nhat HanhDecember 1, 2020

Sutra del Reencuentro entre el Padre y el Hijo

Traducido del texto chino nº 15 del Taisho revisado nº 198 Purabheda sutta (sutta Nipata, attekavagga 10)


Habiendo recibido todos los preceptos, ¿Cómo deberíamos reconocer y hablar correctamente de aquel que posee la visión justa, de aquel que nació como un héroe del mundo, de aquel que se ha liberado de todo apego y sufrimiento? Por favor, Gautama, muéstranoslo.

Es aquel que ha soltado todo resentimiento del pasado, todas las dudas e inquietudes acerca del futuro. Incluso en el momento presente, a nada se apega. Es libre de todos los reconocimientos convencionales y del respeto de los otros.

No se apega al futuro ni se lamenta por el pasado. En su camino, ha abandonado todo afán, todos los falsos puntos de vista sin reservarse nada como opinión personal.

Habiendo transformado todo miedo, se ha tornado sólido, ha nutrido la fe justa y ha acabado con toda duda. Sin espíritu de competición, se contenta con lo que tiene y vive tranquilamente.

Capaz de moderarse, no le mueve la  ambición sino una gran visión profunda. No odia a nadie, ni de nadie habla mal y  no dedica su tiempo a embellecer su apariencia. No habla con doble lenguaje, ni se enreda en especulaciones filosóficas, y ya no tiene dudas.

Su espíritu es libre. Sin apegos, abandona sus propias opiniones. No se mueve alrededor de la ilusión. Camina serenamente, es capaz de resolver todos los conflictos. No sólo no se deja llevar por los deseos, si no que les pone fin.

No busca los medios para conseguir lo que quiere. No se inquieta por no tener esto o aquello.

No siente odio ni ira y no se deja controlar por el dulce sabor de los deseos sensuales.

No es orgulloso y no se considera inigualable. Sin complejo de inferioridad, sabe practicar la mirada profunda y detener sus pensamientos. Puede discernir lo que es bueno o malo, es capaz de abandonar las falsas percepciones.

Sabe mirar profundamente y ver la verdadera naturaleza de las cosas para no apegarse a nada, para no sentir la necesidad de tomar refugio en nada y para no dejarse atrapar por el concepto de ser y no-ser.

Con sus deseos transformados, su espíritu calmado, ha atravesado el océano del sufrimiento y ha llegado a la orilla de la liberación. Se ha soltado, no intenta obtener nada más y ya no persigue nada en los tres mundos.

No le es necesario tener un hijo, tierras, vacas o bienes materiales. No tiene  nada que obtener o rechazar.

Incluso ante la acusación, la calumnia u ofensa de la mayoría, incluso si los brahmanes y los monjes lo reprueban, él se sienta imperturbable y continúa rectamente su camino.

Sin espíritu de competición, sin avidez, incluso si es respetado y venerado, no se aferra. No tiene complejo de superioridad, de inferioridad y no intenta equipararse a nadie. Hace aquello que está acorde con la ética, y deja correr lo que no lo está.

Habiendo realizado la naturaleza de la vacuidad, la no persecución, ya no disfruta del placer del mundo ordinario. Sus pensamientos se han parado realmente. El Muni trasciende el tiempo, consigue la dimensión última y entra en el mundo que trasciende el espacio.